Los celos entre hermanos
- Amanda Martín Gómez
- hace 17 horas
- 2 Min. de lectura
Uno de los escenarios más comunes y también más desafiantes dentro de la crianza, es el manejo de los celos entre hermanos. Esta emoción, aunque puede generar conductas incómodas o disruptivas en casa, es completamente natural en el desarrollo infantil.
Desde una perspectiva evolutiva, los celos se entienden como una reacción emocional que surge cuando el niño o niña percibe una amenaza a su vínculo afectivo principal (generalmente con sus figuras parentales). No se trata simplemente de una “mala conducta”, sino de una manifestación emocional compleja, que puede incluir tristeza, miedo, frustración y rabia, todo al mismo tiempo (Saarni, 1999; Volling, 2012).
¿Por qué aparecen los celos entre hermanos?
Los celos suelen emerger cuando el niño siente que está perdiendo el protagonismo o el afecto de sus cuidadores en favor de su hermano o hermana. Este fenómeno se acentúa cuando no se cuenta con herramientas de regulación emocional adecuadas para procesar lo que se está sintiendo, especialmente en etapas tempranas de desarrollo donde el cerebro aún está aprendiendo a manejar emociones intensas.
No se trata de “envidia” o de una señal de “maldad” en el niño, sino de una forma de expresar inseguridad afectiva. De hecho, la investigación ha demostrado que los niños con mayores niveles de celos tienden a mostrar también niveles más altos de ansiedad o de dependencia emocional (Volling et al., 2014).
¿Cómo acompañar a nuestros hijos en este proceso?
Como adultos, podemos tener un papel activo en el acompañamiento emocional de los celos. Aquí algunas recomendaciones:
Valida sus emociones sin minimizar: Frases como “No tienes por qué estar celoso” o “Tú ya eres mayor” pueden invalidar lo que siente. En su lugar, podemos decir: “Entiendo que te sientas así. Es difícil cuando parece que mamá/papá pasa más tiempo con el bebé.”
Ofrece tiempo exclusivo: Un espacio breve pero de calidad a solas con cada hijo o hija (aunque sean 10 minutos al día) puede reforzar el vínculo y reducir la percepción de competencia por el afecto.
Evita las comparaciones: Aunque parezcan inofensivas (“Mira qué bien se porta tu hermano”), este tipo de comentarios intensifican los celos y alimentan la rivalidad.
Promueve la cooperación, no la competencia: Reforzar actitudes de colaboración entre hermanos/as en vez de medir quién hace “más” o “mejor”, favorece la construcción de un vínculo más sano.
Pon palabras a lo que sienten: Nombrar la emoción ayuda a reducir su intensidad. Ejemplo: “Parece que te molesta cuando tengo que atender al bebé. ¿Te gustaría que hiciéramos algo juntxs después?”
Da modelos de resolución emocional: Como en cualquier aspecto del desarrollo socioemocional, el ejemplo adulto es clave. Mostrar cómo gestionamos nuestras propias frustraciones o celos (sí, los adultos también los sentimos) ofrece una guía realista.
Es importante recordar que los celos no son “un problema a eliminar”, sino una etapa que puede gestionarse con acompañamiento, empatía y estructura. Si los adultos modelan una actitud comprensiva y coherente, los niños y niñas podrán transformar esta experiencia en una oportunidad para fortalecer su autoestima, su empatía y su vínculo fraterno.
