Cada vez con más frecuencia nos encontramos con que adquirimos tradiciones foráneas y las configuramos como celebraciones locales. En esta época del año pasa con la festividad de Halloween, la vemos integrada en nuestros hogares, en las escuelas, parques temáticos, centros de ocio... La presencia de esta celebración nos ofrece una gran oportunidad para poder centralizar la expresión y gestión de una emoción que en otras ocasiones puede resultar incómoda: el miedo
El miedo como emoción puede buscarse como parte de una experiencia (películas, actividades de terror…) o puede resultar una emoción que nos esforzamos por evitar experimentar. Si bien es cierto, que todas las emociones que podemos experimentar tienen una función biológica muy importante, el miedo, en ocasiones, cuesta poder identificar qué utilidad tiene en el desarrollo de nuestra sociedad. La verdad es que nos ayuda muchísimo a estar alerta en situaciones que pueden ser de riesgo o a poder identificar escenarios que pueden ser peligrosos física o emocionalmente para nosotros.
Todo y tener una clara función definida, es importante conocer qué formas son las más habituales de gestión del miedo. En inglés, tenemos un término muy acertado que nos habla de las tres “F” y que recoge las diferentes formas de afrontamiento: to fly (reacciones evitativas y de huida de aquello que genera miedo), to freeze (bloqueo, congelación) y to fight (reacciones más confrontativas, afrontamiento más directo de aquello que genera miedo). Todas ellas, son respuestas al miedo útiles y válidas. Si que es importante destacar que sólo utilizar una de estas estrategias de afrontamiento como gestión de una emoción puede generar a la larga poca adaptabilidad y funcionalidad en nuestra forma de desarrollarnos, por ello es de gran utilidad que podamos trabajar en poder afrontar el miedo de formas diversas, ya que la diversificación flexibiliza los procesos cognitivos y su resultado en cuanto a la salud mental nos ofrece riqueza y salud.
¡Feliz Halloween! Pasarlo de miedo!
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